
Después de 412 días de su último partido con la camiseta de River, aquella tarde del 8 de junio de 2008, en la que se coronó campeón y -sin saberlo- se despidió del pueblo riverplatense, el Burrito volvió a jugar para el club de sus amores. Y lo hizo demostrando que su fútbol, su magia, pese a sus 35 años y a que muchos lo tildan de jugador retirado, sigue completamente intacta.
Con la diez sobre la espalda y el brazalete de capitán aferrado al brazo izquierdo, el jujeño entró anoche al campo de juego del estadio Commonwealth de Edmonton, Canadá, para ponerle fin a su alejamiento de River. Apenas comenzó el partido frente al Everton inglés, el ídolo millonario se mostró activo, dando cuenta que su estado físico privilegiado permanece inalterable, y organizó a un equipo que hacía añares que no tenía un juego organizado. Cómo será, que con él en la cancha ¡hasta Rodrigo Archubi tuvo una actuación destacada!
De hecho, lo mejor de River se vio durante la primera etapa y el inicio de la segunda, que fue el período en el que el Burrito se mostró iluminado. Así, sólo con él, a La Banda le alcanzó para omitir todas sus fallas defensivas y aplacar a un conjunto inglés que llegó entusiasmado con enfrentar al Más Grande y se fue abatido ante la magnanimidad de un jugador extraordinario. Tanto como todo el talento que desplegó el jujeño al convertir el gol que sentenció el resultado del partido.
Párrafo aparte para esa obra de arte, o mejor dicho, para esa burrada innata, de esas con las que tantas veces Ortega deleitó a su gente. Desde afuera del área, cruzó un derechazo magnífico para que la pelota se metiera de emboquillada al ángulo derecho del arco. Un golazo que valió el segundo triunfo de la gira del equipo por Canadá, pero que todo River festejó bajo una mezcla de alegría y alivio. Porque con el regreso del último gran ídolo, quedó demostrado que a Núñez también volvió el fútbol.