domingo, 23 de agosto de 2009

Banfield fue un taladro a la esperanza


El equipo de Falcioni le demostró a River que no hay ídolos ni históricos que puedan revertir este nefasto presente. Como contra Lanús, el conjunto de Gorosito denotó ser una bandita de amateurs sin alma ni hambre a la que cualquiera se la lleva por delante y le gana con autoridad. Así, además, Pipo inició su cuenta regresiva como técnico de River.

La vuelta de Ortega, la magia de Gallardo, la picardía de Buonanotte, la promesa goleadora de Fabbiani, la combinación entre ellos cuatro, etc., etc., etc.… todos fueron condimentos que alimentaron la inagotable esperanza del hincha de River. Quizá, si los jugadores se iluminaban y el viento soplaba apenas una brisa a favor, este semestre podía llegar a cortar con una racha lapidaria de ocho años repletos de amarguras.

Pero no, no hubo caso. La ingenuidad del hincha de River, producto del deseo desmesurado que le generaron tantos fracasos en continuado, quedó en evidencia en tan sólo 180 minutos. Sí, poco más de dos horas le alcanzó a los dirigidos por Néstor Gorosito para demostrar que siguen siendo el mismo equipo mediocre falto de ambición, ganas, ideas y orgullo. O sea, para demostrar que la camiseta les queda tan grande como les podría quedar un mantel.

El primer indicio de ello lo manifestaron el miércoles pasado, cuando Lanús les arrebató lo que era una merecida victoria con dos destellos de un pibe que tiene sólo diez partidos en Primera. Y el otro síntoma, el más claro y cruel, lo denotaron esta tarde en Banfield. Allí, el conjunto de Julio César Falcioni le dio la estocada de realidad a todo el Mundo River: ni siquiera vale la pena ilusionarse, porque este equipo está muerto desde antes de iniciar la batalla.

Por eso Santiago Silva pudo abrir el marcador del encuentro con apenas un minuto de juego. Hasta en el papi fútbol es difícil hacer un gol desde el vestuario, pero a este River todos lo pueden, cualquiera se lo lleva por delante, cualquiera le mete dos goles cuando y como quiere. Así lo advirtió Salvio en la Copa y así lo ratificó Sebastián Fernández en el Apertura, cuando a los 32 del primer tiempo y en la primera fecha del campeonato (sí, no hizo falta esperar más) desechó la leve esperanza de la gente y sentenció la suerte de este grupo de jugadores junto a todo su cuerpo técnico.

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